viernes, 3 de febrero de 2012

DESAGRADECIMIENTO

La nuez y el muro.


Leonardo Da Vinci.
Una nuez que había sido llevada hasta lo alto cíe un campanario por una corneja, cayó, libre ya del pico mortal. Rogó entonces al muro que por la gracia de Dios que lo había hecho tan alto y lo había enriquecido con una campana tan hermosa, dotada de un sonido tan bello, que la protegiera ya que ella, la nuez, no había podido tener la felicidad de caer bajos las verdes ramas de su anciano padre, el nogal, sobre la tierra nutricia, cubierta por las caídas hojas. Y le pidió que no la abandonara.

Dijo que después de haber pasado por el pico de la terrible corneja, sólo deseaba cambiar de existencia y terminar su vida en un pequeño rincón. Conmovido y lleno de simpatía ante tales palabras, el viejo muro se sintió obligado a proteger la nuez y dejarla reposar en el lugar en que había caído.

Pero, en poco tiempo, el nogal comenzó a desarrollar y deslizar sus raíces entre las grietas de las piedras y a alargar sus ramas fuera del agujero en que se había escondido. Sus ramas muy pronto se levantaron por encuna del edificio y sus nudosas raíces, engrosadas y robustas, comenzaron a partir el muro, y a separar las antiguas piedras de su posición.

Entonces fue que el muro, demasiado tarde y ya inútilmente, comprendió la razón de su desdicha y en poco tiempo asistió a la ruina y destrucción de la mayor parte de sus propios miembros. (C. A. 67, v.).
(del "Breviario de Leonardo Da Vinci", de José de España.) 

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