Leonardo Da Vinci. |
Una nuez que había sido llevada hasta lo alto cíe un campanario por una
corneja, cayó, libre ya del pico mortal. Rogó entonces al muro que por la gracia
de Dios que lo había hecho tan alto y lo había enriquecido con una campana tan
hermosa, dotada de un sonido tan bello, que la protegiera ya que ella, la nuez,
no había podido tener la felicidad de caer bajos las verdes ramas de su anciano
padre, el nogal, sobre la tierra nutricia, cubierta por las caídas hojas. Y le
pidió que no la abandonara.
Dijo que después de haber pasado por el pico de la terrible corneja, sólo
deseaba cambiar de existencia y terminar su vida en un pequeño rincón. Conmovido
y lleno de simpatía ante tales palabras, el viejo muro se sintió obligado a
proteger la nuez y dejarla reposar en el lugar en que había caído.
Pero, en poco tiempo, el nogal comenzó a desarrollar y deslizar sus raíces
entre las grietas de las piedras y a alargar sus ramas fuera del agujero en que
se había escondido. Sus ramas muy pronto se levantaron por encuna del edificio y
sus nudosas raíces, engrosadas y robustas, comenzaron a partir el muro, y a
separar las antiguas piedras de su posición.
Entonces fue que el muro, demasiado tarde y ya inútilmente, comprendió la
razón de su desdicha y en poco tiempo asistió a la ruina y destrucción de la
mayor parte de sus propios miembros. (C. A. 67, v.).
(del "Breviario de Leonardo Da Vinci", de José de España.)
Una gran enseñanza...
ResponderEliminarA veces se devuelve mal por bien sin querer.
ResponderEliminarSalu2.